El habla de Maracaibo
El maracucho como variación lingüística propia del estado Zulia
Berta Vega
Maracaibo, agosto de 2011
«Este sol es de agua…»
Oído en la calle
Hablar nos parece tan natural que no nos detenemos a pensar lo extraordinario que es. «Este sol es de agua…», dice la señora que está delante de mí en la cola para pagar el teléfono. Ella y yo sabemos que lo que dice es distinto de lo que quiere decir. Compartimos la experiencia de vivir y hablar en Maracaibo, por lo cual ambas interpretamos que el sentido de su frase se resume en que en Maracaibo cuando hace ese calor viene lluvia.
En el habla, la variación lingüística consiste en el uso alterno de formas diferentes de decir lo mismo. Cotiza o alpargata, marta o malta, la madre tuya o tu madre. Palabras distintas para decir lo mismo en distintas regiones de Venezuela. Las variedades de habla de una lengua son conjuntos de elementos o de patrones lingüísticos asociados a fenómenos externos a las lenguas mismas, como la geografía, la historia, o la situación comunicativa. Con respecto a la variedad maracucha los lingüistas están de acuerdo en que tiene una raíz andaluza, al igual que la del Oriente venezolano. También coinciden en que la dificultad geográfica que representaba el lago de Maracaibo para comunicarse con el resto del país —el puente Rafael Urdaneta es de 1963— propició que se conservara y afianzara esta variedad.
Hace algunos años me contaron lo siguiente: un español llegó a Maracaibo y le dijo a sus amigos que quería conocer la ciudad por sí mismo. Así que lo montaron en un carrito de Bella Vista (carrito por puesto: así se llama en Maracaibo a los carros que hacen transporte público en diferentes rutas; carrito por la tendencia a usar el diminutivo, generalmente con valor afectivo, que compartimos con el resto de Latinoamérica, y no se refiere al tamaño del carro; y por puesto porque son cinco los puestos que hay para los posibles pasajeros).
Iba al centro (ir al centro o bajar al centro, consiste en llegar a la parte tradicional y más antigua de Maracaibo; lo de bajar no tiene nada que ver con la geografía, puesto que la ciudad es llana, sino más bien con el sentimiento de viajar hacia un tiempo histórico anterior). Se monta el español en el puesto de al lado del chofer y cierra la puerta. Inmediatamente oye que el chofer dice «Cerrala más duro…» y él, sin pensarlo, vuelve a abrir la puerta del carro en marcha y la cierra con más fuerza. El chofer le dice de nuevo «Verga, cerrala más duro…». Repite el español la acción con más fuerza todavía. E inmediatamente el chofer le señala «Si queréis te la lleváis pa tu casa».
En ese momento el español, que ya no sabía qué hacer y no entendía nada, le habla al chofer. Éste al oírlo le interrumpe y le dice «¡a la vaina! Si vos no sois de aquí, con razón no entendéis». Y procedió a explicarle al español lo que le había dicho. A saber: que en Maracaibo hablamos maracucho, que es distinto del castellano de España; que en maracucho ‘hablamos al revés’ y que dependiendo de la entonación solemos decir lo contrario de lo que literalmente decimos, así que «cerrala más duro…» en esa situación significaba el reclamo del chofer al pasajero por haber cerrado la puerta tan fuerte. Lo de «si queréis te la lleváis pa tu casa» era una exageración, a lo que también somos muy dados los maracuchos. Terminaron tomando cerveza en un bar del centro como si fueran amigos de toda la vida.
La ironía (decir lo contrario de lo que se piensa), ese ‘hablar al revés’, es constante en el habla maracucha, y requiere una atención constante entre los interlocutores y con respecto a la situación, porque si no «perdéis». También requiere una gran conciencia lingüística y un regusto por el hablar. Frases como «bonito que te quedó» (1), «estáis hablando fino» (2), o «la buscáis pareja» (3) no se pueden interpretar si no se está en la situación concreta en la cual se producen; generalmente conducen a la risa y dan cuenta de la complicidad entre los hablantes. (Traducción inmediata: 1) algo, cualquier cosa, quedó horrible; puede ser la comida, la vestimenta, una acción determinada, etc.; 2) se le dice a alguien cuando se considera que está usando un lenguaje ‘vulgar’; y 3) se la oí a alguien cuando veíamos a un hombre bajito y delgado peleándose con uno bastante alto y fuerte).
Con respecto a los nombres propios de personas, Maracaibo ha pasado por su fase griega y romana, con nombres como Arquímedes, Alcibíades, Atenógenes; la inglesa o estadounidense con las Mary, Mery y Elizabeth, en la cultura zuliana de enclave petrolero; aparte de las Fredefinda, Casildas y Leocadias. De un tiempo a esta parte el ingenio (?) de los padres acuña nombres como Yusbeibi o Yusberisaida, formados con partes de los nombres o sobrenombres de los padres (aunque, al parecer, ya se hace en toda Venezuela).
De los sobrenombres hay historias sin fin, como en todas partes. Responden a la creatividad lingüística de los hablantes y suelen ser una síntesis de las características físicas y psicológicas del sobrenombrado. Dos escuché recientemente que no tienen desperdicio: Buchón con piojo y Tarzán de matero. Explico. Buchón llamamos en Maracaibo al pelícano. Suele estar en las orillas del lago cazando peces para alimentarse. Se queda quieto, casi detenido en su vuelo, y baja como una flecha cuando ve su presa. Al tomarla con su pico largo, la bolsa de la parte inferior del pico se le infla al llenarse. Este hombre al que llaman Buchón con piojo tiene la mandíbula inferior alargada (como un pico) y la papada grande. Pero a esa característica física se le añade un comportamiento: suele frotar su espalda cuando está apoyado en alguna pared, como si le picara, como si tuviera piojos. Buchón también significa en maracucho lleno, barrigón. Tarzán de matero lo es por ser un hombre musculoso, pero bajo de estatura. Así que se lo pueden imaginar colgado de las lianas, pero del matero. Les cuento que conozco a un Colchón doblao. Imagínense ese físico.
En maracucho, como en las variedades del Oriente de Venezuela y en varios países del Caribe, solemos sustituir la /l/ por /r/, como en argunos por algunos, o en miarma por mi alma. Decimos cuchillo, pero también cuchilla; nos esmadramos en vez desmadrarnos. Decimos peliar por pelear, pasiar por pasear, abanico en vez de ventilador, te están llamando en vez de te llaman, rache en vez de cremallera. Decimos busaca porque bolsa es otra cosa. Verga y molleja, con sus aumentativos y diminutivos, son dos palabras que nos sirven para sustituir a cualquier otra en cualquier situación: pasame la verga esa puede ser un libro, una silla… hasta el infinito; ¡a la verga! es exclamación de asombro; estar de mollejón es estar loco, desmemoriado, borracho; mollejero es lío, zaperoco o verguero. Hablamos en un tono alto, como corresponde a las comunidades que viven al nivel del mar. Nuestra voz suele ser nasal y aguda.
Pero sobre todo hablamos de vos. El voseo es el uso del pronombre personal vos, equivalente a tú y usted, formas correspondientes a la segunda persona del singular. Hay voseo en Centroamérica, Colombia, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay. En Venezuela, en Los Andes y el Zulia. Pero mientras el voseo latinoamericano y de Los Andes venezolanos se realiza con la forma verbal correspondiente a la segunda persona del singular, vos cantas, vos comes, el voseo maracucho combina el pronombre de segunda persona del singular con la forma verbal correspondiente a la segunda persona del plural, vos cantáis, vos coméis. Esa es la singularidad del voseo maracucho y parte de nuestra identidad. Como me dijo una señora mayor a la que le pregunté por qué cojeaba: «Mija, pisé en falso… es como si venís caminando y una pierna se te va pal coño viejo». Oírla fue como estar en casa. La voz donde nos reconocemos y compartimos en la diversidad.
*Publicado en la revista Así Somos. Año 4. No. 9, septiembre-octubre 2011. República Bolivariana de Venezuela.